“Yo fui secuestrado por los Zetas”

  • Cecilia Barría
  • BBC Mundo, México
Silueta de un hombre
Pie de foto,

Por temor a que su familia pueda sufrir una represalia, nuestro entrevistado pidió no ser identificado.

Este es el testimonio de un campesino de Zacatecas que fue secuestrado hace algunos meses. El agricultor accedió a conversar con BBC Mundo en su casa bajo la condición del anonimato por temor a ser secuestrado una vez más.

Según cifras oficiales en México se llevan a cabo en promedio tres secuestros al día.

Muchos de ellos afectan a gente pobre que se convierte en blanco de organizaciones criminales por una razón: tienen familiares que migraron a Estados Unidos y que pueden pagar el rescate. Ese es uno de los negocios del cartel de los Zetas.

En un día caluroso BBC Mundo llegó hasta la casa del agricultor. Estaba en la puerta.

"Yo había oído y visto sobre esto, pero nunca creí que vinieran a secuestrar campesinos".

El hombre se había tomado un momento de descanso para comer algo. Al estrechar su mano, quedan en evidencia los años de trabajo en el campo. Y en su mirada se refleja el cansancio y la desolación.

Conversa de pie y como si no quisiera revivir los detalles de esa pesadilla.

"Estaba yo en el granero de frijol cuando llegaron estos cuatro sujetos con sus armas. Con palabras altisonantes me dijeron que me subiera al vehículo.

Me esposaron, me vendaron los ojos con unos trapos. Me golpearon mucho. Me pusieron una buenas patadas y la pistola en la cabeza y me dijeron que me iban a matar".

Mira el suelo de tierra y se afirma con el brazo derecho de la puerta, mientras pide disculpas por recibirnos en la calle. "Es que tengo que volver al campo ahorita, después de comer". Pero continúa su relato

"Había otros secuestrados en el mismo lugar. Los primeros tres días no me dieron ni agua ni comida. Muchas veces pensé que me iban a matar. Siempre nos decía que nos iban a quemar vivos".

"Un día llegó una camioneta con el logotipo de la AFI (Agencia Federal de Investigaciones) y hombres con uniformes de la AFI y se llevaron a los otros. Aquí los sicarios son policías."

Corre un poco de viento. Es la hora en que los perros duermen bajo las sombras. Aquí, apenas se ve pasar una camioneta de vez en cuando conducida por un hombre de sombrero blanco, botas de cuero y bigote.

Hace mucho que no llueve por esta zona semi-desértica. Y también dicen por aquí que hace mucho que la gente se mira con desconfianza y que nadie cree en su vecino porque "cuando menos te lo esperas, resulta ser un informante".

Y en la carretera de acceso al lugar de la entrevista, no es raro ver camionetas o automóviles sin placa. Algunas se paran. Nos miran. Todos llevan gafas de sol y el pelo corto.

"Los secuestradores habían pedido US$ 50 mil por mi rescate. Yo les dije: "pero es que sólo tengo 15 vacas y la troca (camioneta), si las quieren ahí están". Me dijo uno, "no te hagas el pendejo".

"Sabían que yo tenía un familiar que vivía en Estados Unidos. Alguien aquí les informó a los Zetas quiénes eran los vecinos que teníamos parientes al otro lado de la frontera y por eso me secuestraron."

"Mi familiar tuvo que vender su casa para pagar por mi rescate. Consiguió US$40 mil y eso fue lo que pagamos. Los sicarios me trajeron aquí a la casa un día en la noche como a la una de la madrugada."

"La policía está al mando de los sicarios. Y como no son muy bien pagados... ellos se venden. ¿Con quién denuncia uno? Con nadie. Está uno completamente desprotegido. Yo todavía no entiendo cómo se ponen a secuestrar campesinos. No lo entiendo."

"¿Quiénes son los secuestradores? Narcos, policías mafiosos, algunos retirados. Son los del Cartel del Golfo, los Zetas. Ya no tenemos gobierno aquí en México."

"Ahora voy a trabajar los años que me quedan para pagarle la deuda a mi familiar y cuidar a mis hijos. Yo no quisiera que mis hijos sean campesinos. Eso no. De maestro para arriba. De maestro ya está bien porque andan limpiecitos, no como yo, mire usted."

Muchos años tendrá que trabajar para pagar la deuda, quizás la vida entera, y sin ninguna certeza de que al final del camino logre juntar el dinero.

Esa fue una de las consecuencias del secuestro. Clara. Tangible. Las otras, las que no se ven, lo acompañarán el resto de sus días.