Zelaya "a la presidencia, mas no al poder"

  • Redacción
  • BBC Mundo
Óscar Arias
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El presidente Óscar Arias tendrá una difícil tarea de reconciliación.

Las partes en la crisis política desatada en Honduras han reaccionado positivamente a la selección del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, como mediador para resolver la ruptura constitucional.

El hecho de que hayan finalmente escogido un mediador y que haya un proceso de diálogo es un reconocimiento de que la única forma de salir de la crisis es mediante una negociación política.

Oscar Arias es una opción afortunada, dijo a BBC Mundo Kevin Casas-Zamora, analista principal del centro de investigación Brookings en Washington y, a su vez, ex vice presidente de Costa Rica.

"Si alguien lo puede hacer es él. Es muy respetado en la región, es Premio Nobel de la Paz y tiene una experiencia muy vasta en solucionar conflictos", aseguró Casas-Zamora.

"Justamente Arias ostenta la presidencia rotativa del Sistema de Integración Centroamericano, así que todo confluye para que sea la persona adecuada para esta tarea", añadió el analista.

A pesar de estos pergaminos, lograr algún tipo de acuerdo promete ser una tarea muy difícil pues las partes están entrando a la negociación con posiciones muy endurecidas.

"Ambas partes tienen que comprometerse a hacer de una situación mala algo que sea lo menos dañino posible", dice Casas-Zamora.

Ejecutivo sin poder

Aún así, para resolver la crisis se tendrían que cumplir una serie de elementos imprescindibles.

En primer lugar, lo más crucial, lo que demanda toda la comunidad internacional es que Zelaya regrese a la presidencia.

El problema es que el depuesto mandatario se quedó sin apoyo de las élites políticas, no tiene partido, está enfrentado al Congreso y a la Corte. Esto crea un dilema de gobernabilidad que sólo se podría superar si Zelaya abandona sus pretensiones de modificar la Constitución y que se crea un mecanismo que permita al ejecutivo y a los legisladores tomar decisiones de manera colegiada.

"En otras palabras", explica Casas-Zamora, "Zelaya regresaría a la presidencia, más no al poder".

Otro elemento importante sería otorgar una amnistía, casi general, a aquellos que actuaron ilegalmente con "absoluto desprecio" por el estado de derecho, entre los que se incluyen el propio Zelaya, el presidente designado por el Congreso, Roberto Micheletti, y los oficiales militares que apoyaron el golpe.

El investigador del Instituto Brookins cree que son metas posibles, ya que Zelaya ya renunció públicamente a los cambios constitucionales y la Corte ha aceptado el principio de la amnistía.

El mecanismo para compartir el poder sería más complicado, pero las partes deben reconocer que ese acuerdo es el único políticamente posible, comenta Casas-Zamora.

Distancia de Chávez

Finalmente, dice el analista, Manuel Zelaya va a tener que tomar distancia, aunque sea retóricamente, del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

"Mucho más que el tema de las políticas sociales de Zelaya, lo que está en la base de esta crisis es la cercanía con Chávez. Hay gente de la élite que está completamente aterrorizada con esa relación. Mientras eso permanezca nada se podrá resolver", recalca.

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Zelaya deberá "tomar distancia" en relación con Chávez.

Y hay señales de que Zelaya ya empezó a tomar distancia.

"El hecho que Zelaya haya aceptado tan rápidamente y sin consultar la mediación de Arias es muy reveladora. Tenga la seguridad de que a Chávez le disgusta enormemente que Arias haya sido el elegido. De haber sido consultado, lo hubiera rechazado", asegura.

A primera vista, la mayoría de las concesiones las debe hacer el depuesto presidente, pero lo más difícil -según el analista- será convencer a Micheletti a que abandone el poder.

"No va a ser fácil que Micheletti descuelgue los cuadros de la oficina y se vaya para la casa", dice Casas-Zamora.

"La opción es el estatus quo, que el gobierno transitorio se quede en el poder hasta enero del 2010 y que la situación de facto se consolide. Eso tendrá sus costos para Honduras, pero tengo la impresión de que Micheletti está contando con eso".

La elecciones presidenciales están programadas para noviembre y el traspaso de poder sería en enero del año entrante. Ese factor del tiempo está a favor de una salida negociada, sostiene Casas-Zamora. "Solo tienen que aguantar cuatro, cinco meses".

No obstante, salga quien salga electo, la polarización de la sociedad hondureña continuará y el país todavía tendrá que recuperar su estatus frente a la comunidad internacional.