La odisea simbólica de Dan Brown
- Tim Masters
- BBC

Brown dio en la diana con una fórmula de éxito y se mantiene fiel a ella.
Con el lanzamiento este martes de El símbolo perdido, secuela del best seller El Código Da Vinci, un símbolo tiene asegurada la presencia a gran escala en la cuenta bancaria de Dan Brown y no hace falta descifrarlo: US$.
Con el título de autor de bestsellers fuera de cuestión, Dan Brown ha escrito otra novela adictiva que somete a su héroe de Harvard, Robert Langdon, a otra de sus peligrosas pesquisa, esta vez en Washington DC.
Cambia el escenario, pero el modelo es en gran parte idéntico al de El Código Da Vinci de 2003, y al de su predecesor Ángeles y Demonios (2000).
Están presentes el ferviente villano, la compañera brillante, el laboratorio secreto, la carrera contra el tiempo para descifrar códigos esotéricos y, por supuesto, no todos son lo que parecen.
"Escándalo delicioso"
Hay un momento al comienzo del libro en el que Dan Brown parece referirse al escándalo que rodeó a las revelaciones de ficción de El Código Da Vinci sobre el Santo Grial y María Magdalena.
Una mujer le dice a Robert Langdon en un aeropuerto que ha leído con su grupo de lectura su libro sobre la divinidad femenina y la Iglesia.
"¡Qué escándalo delicioso se generó! Fue como soltar un zorro en un gallinero".
"No fue mi intención provocar escándalo", le responde Langdon.
El tema de la nueva novela es el mundo clandestino de la masonería en la ciudad más poderosa de Estados Unidos.
Mientras en el libro se identifica como antepasados masónicos a nombres célebres como el de George Washington, Langdon destaca varias veces los malentendidos que rodean a la masonería, un ritual estrafalario que él considera "inofensivo y simbólico".
Cursivas y analepsis
Parece difícil que alguien se vaya a enfadar demasiado con El símbolo perdido, que completa la trama con temas más amplios sobre la ciencia moderna y el misticismo antiguo.
Lo que puede irritar al lector es el uso constante de las cursivas para indicar los monólogos interiores y el primer ejemplo se encuentra en la frase con la que empieza el libro.
Abunda el lenguaje técnico y las descripciones que pueden provocar estremecimientos como: "La inmensa habitación estaba como si un científico loco hubiera tomado por asalto una tienda Wal-Mart...".
Agréguese a esto algunas toscas analepsis (flashbacks) y los sermones del sabelotodo Langdon, y se tendrá la impresión de ser golpeado en la cabeza una y otra vez con una enciclopedia.
Pero a pesar de todo, las 509 páginas de El símbolo perdido ofrecen una lectura apasionante.
Dan Brown creó una fórmula de éxito y está clavado en ella.
Puede que las calles de Washington no sean tan atractivas como el Vaticano o el museo del Louvre, pero Brown extrae suficiente historia de ese paisaje para que el viaje sea fascinante.
También se pueden encontrar un montón de referencias contemporáneas: los personajes buscan en Google desde sus teléfonos Blackberry, envían mensajes de texto desde sus iPhones y hacen bromas sobre los usuarios de Twitter.
El estilo de escritura de Brown es tan visual, que al dar vuelta la última página uno tiene la sensación no sólo de haber leído la novela, sino de haber visto la película.