Los pecados en el paraíso
- Raúl Fain Binda
- BBC Mundo

El secreto de las operaciones ha sido uno de los grandes atractivos de paraísos fiscales como Mónaco.
La reforma de los llamados "paraísos fiscales" es una de las prioridades de los líderes del G20 que se reunirán este jueves en Londres.
Y dado que la operación de estos centros involucra a diferentes países soberanos, su reforma exige una coordinación y una voluntad política ausentes hasta hace poco en las relaciones internacionales.
Todo indica que las buenas intenciones no serán suficientes y que hará falta una buena dosis de coerción, para imponer un grado aceptable de transparencia en las operaciones: a fin de cuentas, muchas empresas trasnacionales y bancos han prosperado al amparo de esos santuarios.
El desarrollo de los paraísos fiscales llegó a tal punto que muchos gobiernos se han quejado de que ya no disponen de suficientes recursos para controlar las respectivas economías y sistemas financieros.
La evasión, la norma
Básicamente, el problema consiste en que estos centros permiten a los ciudadanos (casi siempre privilegiados) de cualquier país evadir el pago de impuestos, con lo cual el resto de la población de esos países debe financiar el pago de sueldos al sector público y la inversión en escuelas, hospitales y miles de otras necesidades básicas.
La evasión de impuestos en Estados Unidos, por ejemplo, no perjudica únicamente a los habitantes de ese país, sino también al resto del mundo, ya que Washington gravará entonces en mayor medida las importaciones de vino chileno, algodón paraguayo o manufacturas brasileñas.
Según un informe del Senado estadounidense, los ciudadanos y empresas que tienen fondos en bancos extranjeros están evadiendo cada año el pago de alrededor de US$100.000 millones en impuestos.
Los cálculos del dinero depositado en los bancos de esos "paraísos" varían entre US$1,7 billones y US$11,5 billones (según la nomenclatura española, en que un billón es un millón de millones, o sea la unidad seguida de 12 ceros). Los textos en inglés hablan de trillones de dólares.
Por supuesto que no todo ese dinero es mal habido o ha escapado a la atención de los inspectores de impuestos, pero las cuentas no están claras, y ésta es una de las razones de la campaña para corregir la situación.
¿Competencia desleal?
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) tiene tres criterios para identificar a los paraísos fiscales: nivel de impuestos "cero" o muy bajo, falta de transparencia en las operaciones y resistencia a informar a las autoridades tributarias de otros países.
La baja tributación en, digamos, Liechtenstein o Andorra, no es ilegal: cada Estado fija el nivel que quiere, pero la competencia se torna desleal cuando perjudica a otros países con derechos sobre el mismo capital.
El secreto de las operaciones ha sido el gran atractivo tradicional de los paraísos fiscales, que hasta hace poco se resistían con uñas y dientes a atender los pedidos de información de los gobiernos de otros países.
La crisis, con sus escándalos y cuantiosas pérdidas, ha redoblado el celo de los gobiernos para vencer esa resistencia.
Varios países, entre ellos Italia, Alemania, Canadá y Australia, han introducido (o se aprestan a hacerlo) medidas que condicionan las relaciones comerciales y financieras con países y jurisdicciones que no intercambien información sobre asuntos tributarios.
Giro suizo
La novedad más importante, en los últimos meses, ha sido el cambio de posición del gobierno suizo, que ha expresado su intención de revisar el régimen de secreto bancario, aceptando los principios de OCDE.
Suiza anunció que revisará sus reglas sobre secreto bancario.
La decisión es muy importante porque entre 15% y 20% del Producto Interno Bruto del país se origina en el sector bancario, que alberga a nada menos que un tercio de todos los depósitos en paraísos fiscales.
Suiza estaba sometida a una doble presión: por un lado, la posibilidad de que el país apareciera en una "lista negra" de paraísos fiscales poco cooperativos en asuntos tributarios, en ocasión de la reunión del G20.
Por otro lado, la resistencia suiza se ha visto debilitada en los últimos meses, debido a un escándalo que afecta a uno de los bancos más antiguos y prestigiosos del país, el UBS, tras probarse que sus ejecutivos ayudaban a ciudadanos de Estados Unidos a evadir impuestos.
El UBS tiene alrededor de 47.000 cuentas de ciudadanos estadounidenses y se ha resistido a dar información sobre la gran mayoría de sus titulares, invocando la necesidad de respetar la ley suiza.
Hasta comienzos de este año, la postura tradicional suiza, que otros centros financieros y bancarios toman como ejemplo, era que la evasión de impuestos no constituía un crimen, salvo que involucrara un fraude flagrante, como por ejemplo la falsificación de documentos.
Ahora, los bancos suizos proporcionarán a autoridades extranjeras información sobre personas y empresas extranjeras, aunque todavía no existe acuerdo sobre los detalles de esa información.
Esto es muy importante, porque los suizos temen que una transparencia total elimine de cuajo la razón más importante del atractivo de su banca.
Intención de cambio
Se ha acusado al banco suizo UBS de ayudar a ejecutivos estadounidenses a evadir impuestos.
Sea como fuere, el ejemplo suizo fue imitado por varios de sus competidores, entre ellos Liechtenstein, Singapur, Hong Kong, Austria, Bélgica y Luxemburgo, y otros centros expresaron una intención similar.
Pero las concesiones no son tan "transparentes" como parecen a primera vista, porque estarán supeditadas a acuerdos específicos con cada país, y aunque se allanen las dificultades, su aplicación llevará cierto tiempo.
El cambio está en marcha, pero el dinero (o su dueño) tiene una particular habilidad para encontrar santuario.
Las reglas del juego serán menos opacas, pero los "paraísos fiscales" no se resignarán a perder sus ventajas comparativas.
Después de la reunión de G20 se abrirá una ronda de negociaciones en la que cada interesado tratará de sacar la tajada más grande que pueda.