Francia enfrenta su historia

  • Redacción
  • BBC Mundo

La Asamblea Nacional francesa debate este martes el regreso de Francia al comando militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tras más de 40 años de ausencia.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, frente a la imagen de Charles de Gaulle
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El presidente francés, Nicolas Sarkozy, revierte cuatro décadas de política de Charles de Gaulle.

El gobierno se someterá a una moción de confianza sobre este asunto. Es decir, si pierde caerá todo el ejecutivo, aunque casi nadie cree que no vaya a ser aprobada.

El experto de la BBC y antiguo corresponsal de la BBC en Francia, Allan Little, describe el largo trayecto que recorrió ese país hasta conseguir reconciliarse con uno de los periodos más oscuros de su historia.

Existe una historia popular sobre la conversación que sostuvieron Charles de Gaulle y Lyndon B. Johnson, cuando el presidente francés llamó a su homólogo estadounidense para informarle que Francia había decidido abandonar la OTAN.

Desde su fundación casi dos décadas antes, la OTAN tenía su cuartel general en Francia. Pero ahora la OTAN debía irse.

Además, de Gaulle añadió que todos los militares estadounidenses deberían de abandonar suelo francés.

Johnson respondió: "¿incluye esto a aquéllos enterrados allí?"

Touché.

Anti-americanismo

El general Charles De Gaulle durante una retransmisión el 30 de octubre de 1941
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De Gaulle quiso reducir la influencia de EE.UU. y el Reino Unido en política internacional.

Cualquiera puede ir a los cementerios de Normandía y ver cuán anglosajón fue el desembarco del Día D y la liberación de Francia.

El historiador Andrew Roberts calculó que 4.572 soldados aliados murieron ese día y que sólo 19 eran franceses, o sea, 0,4% del total.

Del resto, 37 eran noruegos y uno belga. Los demás provenían del mundo anglosajón: dos neozelandeses, 13 australianos, 359 canadienses, 1.641 británicos y, más que nadie, 2.500 estadounidenses.

Tras la desastrosa crisis de Suez en 1956, le cayó a Harold Macmillan, como primer ministro británico, conducir al Reino Unido de la Era del Imperio a la Era de Europa.

Sin embargo, sus intentos de ingresar en lo que antes se conocía como el Mercado Común Europeo fueron torpedeados por los famosos vetos del general Charles de Gaulle.

Dos veces "Non Monsieur" (el Señor No, como se le conocía a De Gaulle) escuchó con respeto la petición británica y dos veces le dio con la puerta en las narices.

De Gaulle consideraba el ingreso del Reino Unido como un caballo de Troya para que el imperialismo estadounidense entrara en Europa.

Después de que Argelia obtuvo la independencia de Francia a comienzos de los años '60, a De Gaulle le gustaba decir que no había dado libertad a un país sólo para sentarse y ver cómo Francia perdía su independencia frente a EE.UU.

El ex primer ministro Harold Macmillan en 1958
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El ex premier británico Harold Macmillan se quejaba de las complicadas relaciones con Francia.

Macmillan, ya viejo, hablaba con pesar sobre la relación casi psicótica de Francia con sus aliados anglosajones.

Francia -afirmó él- había hecho las paces con Alemania, perdonó a Alemania la brutalidad de la invasión y la humillación de cuatro años de ocupación, pero jamás perdonó a los británicos y estadounidenses por la liberación.

En anti-americanismo francés tiene un largo pedigrí. Los filósofos del siglo XVIII de la Ilustración europea creían que el Nuevo Mundo era claramente inferior.

Hablaban -y escribían prolíficamente- sobre la degeneración de las plantas y la vida animal en América.

Creían que América había surgido del océano miles de años después de los viejos continentes y que ello explicaba la inferioridad cultural de las civilizaciones que intentaban establecerse allí.

Auto-liberación

Vivía en Francia cuando se celebraba el 60 aniversario de su liberación.

Fui a las playas de Normandía en el 60 aniversario del Día D y contemplé a los veteranos reunidos una última vez, hombres mayores con la cabeza en alto desfilando frente a fotografías ampliadas de ellos mismos cuando eran jóvenes liberadores.

La ambivalencia de Francia -la misma neurosis de la que habló Harold Macmillan- era evidente.

París organizó una serie de eventos para conmemorar el 60 aniversario de su propia liberación en agosto de 2004.

El alcalde de la ciudad llamó las celebraciones "Paris Se Libere!" (París Se Libera). Uno de los periódicos publicó una edición conmemorativa de 48 páginas. No había ninguna mención de los Aliados hasta la página 18.

Construyendo un mito

Soldados estadounidenses desfilando en los Campos Elíseos, 29 de agosto de 1944
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En París la resistencia fue apoyada por las tropas estadounidenses.

Un inglés amigo mío que estaba de visita ese fin de semana comentó lo vacía que estaba París en agosto, mes cuando sus residentes llevan a cabo su peregrinaje anual al campo y las playas.

"Veo que París fue liberada en agosto, me imagino que los parisinos no se dieron cuenta hasta septiembre, cuando vinieron de vuelta", afirmó.

Touché otra vez. La ironía mordaz anglosajona duele.

Duele porque el cuento que Francia se contó a si misma tras la guerra está construido alrededor de una mentira. Paris se libere.

Las palabras las pronunció el propio de Gaulle en el Ayuntamiento (Hotel de Ville) la noche del 25 de agosto de 1944.

Declaró que París había sido liberada por su propia gente "con la ayuda de los ejércitos de Francia, con la ayuda y apoyo de toda Francia, la Francia que luchó, la verdadera Francia, la eterna Francia".

Francia sabía en su corazón, aún en 1944, que eso no era cierto. Tomó hasta los años '80 para que una generación de historiadores reexaminara el capítulo más oscuro de la historia de Francia en el siglo XX.

Cuando vivía en Francia, me sorprendió cómo Nicolas Sarkozy, antes de ser presidente, tenía potencial para convertirse en el primer líder francés post-gaullista.

Sus enemigos le llamaban "Sarkozy el Americano" con la esperanza de hacerle inelegible. No resultó.

Y ahora ha devuelto a su país al redil atlantista.

Parece ser otro paso en un largo trayecto en el que Francia -desde su madura y arraigada democracia- se está reconciliando con la historia que desafía ahora los mitos.