Análisis: ¿qué puede esperarse?
- Paul Reynolds
- BBC

Occidente deberá tratar con el polémico presidente por cuatro años más.
La continuidad de Mahmoud Ahmadinejad como presidente de Irán hace pensar que proseguirá la tensión con los críticos internacionales de las ambiciones nucleares de Teherán.
Es muy probable que Ahmadinejad mantenga el tono de confrontación durante su segundo mandato, al igual que ocurrió durante el primero.
Quizás la única esperanza -si bien no la expectativa- de tiempos más tranquilos sea que, habiendo triunfado nuevamente, el presidente iraní sienta que ha llegado el momento de asumir un compromiso. No puede presentarse nuevamente a la reelección, si bien está permitido que se postule nuevamente tras un interludio.
Claro que la posibilidad de un compromiso es válida en tanto se mantenga el resultado oficial. Si los disturbios se recrudecen, Ahmadinejad podría verse tentado a adoptar una línea más dura sobre el tema nuclear (un recurso clásico para conseguir apoyo para su gobierno).
Enriquecimiento
No es que otros gobiernos hayan esperado que Irán dejara de enriquecer uranio si ganaba el rival de Ahmadinejad, Mir Hossein Mousavi. Este político reformista también está a favor de las actividades nucleares. En definitiva, la política en este sentido es establecida por el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei.
Aun así, un nuevo presidente podría haber cambiado el tono del debate y reducir tensiones. Un compromiso hubiera sido posible.
Además, se habrían acabado las reprochables declaraciones de Ahmadinejad como presidente, como aquellas que cuestionaban el Holocausto y afirmaban que se debía "borrar del mapa" a Israel.
Si bien los simpatizantes del presidente argumentaron que esas palabras tuvieron un fin político -presionar por el establecimiento de un Estado palestino-, los israelíes las interpretaron como una amenaza y, teniendo en cuenta el desarrollo del programa nuclear iraní, como un signo alarmante.
Ahora existe la posibilidad de que se impongan más sanciones contra Teherán, e Israel en particular volverá a expresar su preocupación por el hecho de que la república islámica algún día logre fabricar un arma nuclear a pesar de negar que ése sea su cometido.
Para el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, las intenciones iraníes no son el punto esencial, sino la capacidad de Teherán de producir armamento destructivo. Netanyahu no quiere que Teherán desarrolle la tecnología para producir armas nucleares.
Irán, en cambio, afirma que sus intenciones sí valen y asegura que sólo desea enriquecer uranio para producir energía y no para fabricar una bomba atómica. Entre tanto, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de Naciones Unidas, continúa inspeccionando las instalaciones nucleares iraníes.
Respuesta esperada
Tras la victoria de Ahmadinejad, hay una gran expectativa sobre la respuesta que pueda dar Irán al ofrecimiento del presidente estadounidense, Barack Obama, de sentarse a dialogar.
Funcionarios de Occidente temen que, si acepta, el mandatario iraní aprovechará las conversaciones para exigirle a Washington que cambie su política hacia Teherán y no como una oportunidad para resolver diferencias.
El enriquecimiento de uranio es un aspecto tan central de la política y la psique de Irán que resulta difícil imaginar que Ahmadinejad lo abandonará. Se ha convertido en el tótem de la dignidad nacional y del autorrespeto, y para el mandatario reelecto es una fuente de poder.
A Teherán se le ha ofrecido un paquete de incentivos comerciales y financieros a cambio de la suspensión de su programa nuclear.
Pero hasta ahora Ahmadinejad y sus autoridades religiosas no se han pronunciado al respecto.
La oferta sigue sobre la mesa y, al parecer, las elecciones no ha hecho nada para que se avance en este sentido.