Zanzíbar: ¿el paraíso perdido?
- Redacción
- BBC Mundo

Somalia se ha convertido en refugio para centenares de habitantes de la isla de Pemba
Es difícil comprender por qué alguien querría cambiar las paradisíacas playas africanas de Zanzíbar por el fuego cruzado de Somalia, uno de los lugares más peligrosos del planeta.
Pero muchos en ese lugar están dispuestos a abandonar los palmerales y la arena blanca, recorrer casi 1.000 kilómetros y buscar asilo en Mogadiscio... para encontrar la tranquilidad.
A pesar de que Somalia vive en un conflicto armado casi constante desde que su gobierno central cayó en 1991, la capital se ha convertido en refugio para centenares de habitantes de la isla de Pemba, en Zanzíbar.
Estos refugiados dejaron este archipiélago semiautónomo tanzanio en 2001, cuando comenzaron los enfrentamientos entre el partido gobernante de Tanzania y la oposición, el Frente Unido Cívico.
Muchas personas, policías incluidos, perdieron la vida durante estos disturbios.
"Sin importar los riesgos"
"Primero fuimos a Kenia", cuenta Salim Ahmed Khadib, líder de la comunidad de Zanzíbar en Mogadiscio. "Pero teníamos miedo de que Kenia nos repatriara y decidimos venir a Somalia, sin importar los riesgos".
"Llegamos a Somalia porque la policía torturaba y mataba a nuestra gente, o les mandaba a la cárcel. Todo porque apoyábamos al Frente", explica.
Los propios refugiados estiman que de las 192 familias que huyeron a Somalia, 85 viven en la capital, según le contaron al corresponsal de la BBC, Mohammed Olad Hassan.
El resto se fueron al norte, a zonas relativamente más tranquilas.
Muchas personas perdieron la vida durante los enfrentamientos entre seguidores de dos partidos.
Según cuentan, los que vinieron de Zanzíbar no reciben ningún tipo de ayuda de las agencias de cooperación, a diferencia de los desplazados somalíes.
"Solicitamos ayuda y nos dijeron que volviéramos a casa, pero no queremos. Somos una comunidad olvidada en un país sin ley", dice Khadib.
A pesar de todo, este grupo asegura no sufrir discriminación por parte de los somalíes, y creen que su vida ha mejorado a pesar de que a veces son víctimas de balas perdidas en los combates de la capital.
Sin embargo, a pesar de estar obligados a convivir con las luchas locales, estos refugiados no están dispuestos a renunciar a este pequeño paraíso en una de las ciudades más violentas del mundo.