Cómo puedes aprender a interpretar las señales naturales que nos envía el agua
- Dalia Ventura
- BBC Mundo

Fuente de la imagen, Tristan Gooley
Los colores que vemos en el agua dependen del brillo y el ángulo de la luz, la profundidad del agua y lo que haya en y bajo el agua.
Cuando la noticia de un naufragio le llegaba a los habitantes de la costa de Kaʻū, el distrito más sureño de Hawái, los lugareños acudían a esperar que las olas les trajeran los cuerpos de sus seres queridos.
Pero no se dirigían a la misma playa; se dividían dependiendo de su estatus social.
Los de alta alcurnia iban a una y los demás, a la vecina.
No se trataba de una superstición ni de una convención social.
Lo que pasaba era que a la playa Ka-Milo-Pae-Ali'i tendían a llegar los restos de los miembros de la clase alta. No por nada su nombre significa algo así como "las aguas turbulentas arrojan a la costa a la realeza".
Así que te puedes imaginar lo que pasaba en la playa llamada Ka-Milo-Pae-Kanaka o "las aguas turbulentas arrojan a la costa a los comunes".
Las corrientes estaban separando los cuerpos de los más opulentos gordos de los de los más pobres y delgados.
Fuente de la imagen, Tristan Gooley
Tristan Gooley escribe y enseña cómo notar y entender las señales que nos envía el mundo que nos rodea.
Esta es una de las anécdotas que nos cuenta Tristan Gooley, un navegador natural, quien es un experto en lo que el actor y presentador de documentales de viajes Michael Palin describió como "algo que nunca debimos haber olvidado".
De los charcos al océano
Gooley le acaba de dedicar un libro lleno de maravillas sobre el agua, más precisamente a cómo aprender a entender qué está pasando sobre y bajo ella, observándola.
En "Cómo leer el agua" cuenta que los navegadores árabes tradicionales llamaban este conocimiento isharat; los isleños del Pacífico lo llaman kapesani lematau o "la sabiduría del agua" o "la conversación del mar".
Estos últimos han asombrado a los marineros occidentales durante siglos.
"Captain Cook los vio en Tahíti en 1774", cuenta Gooley, "cuando vio a 330 buques y 7.760 hombres salir a la mar. Junto con sus compañeros quedaron 'perfectamente pasmados de la admiración'", dicen escritos de la época.
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El navegante, explorador y cartógrafo británico realizó tres viajes por el Océano Pacífico y se maravilló con las habilidades náuticas de los nativos.
"Sin usar mapas, compás o sextante, los isleños del Pacífico encontraban su camino en enormes áreas del océano, valiéndose enteramente de su interpretación de las señales naturales".
En un libro anterior, Gooley cuenta que "un marinero experimentado de las islas del Pacífico, el capitán Ward, señaló que los testículos del hombre eran el mejor aparato para evaluar la marejada" y así establecer en qué lugar de la inmensidad del mar se encontraba, debido a ser una de las partes más sensibles del cuerpo.
Sin embargo, si se vale de señales naturales, ¿no está este tipo de conocimiento confinado al mundo que cada persona conoce?
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Si bien es cierto que un citadino aquí no se desempeñaría muy bien sólo, ¿qué tal le iría a alguien acostumbrado a leer las señales de la naturaleza en una ciudad?
"Cualquier indígena percibirá muchas cosas en cualquier lugar del mundo, pero será experto en ciertos tipos específicos de pistas", le dice Gooley a BBC Mundo.
"Por ejemplo, pasé un tiempo con los dayak en Borneo y ellos advierten los movimientos más sutiles de los venados. Si los pusieras en un entorno urbano probablemente no se darían cuenta de mucho de lo que un citadino nota, pero seguirían conscientes de cosas como cambios en las nubes".
"La percatación es portátil, nos la podemos llevar a cualquier lugar del mundo, pero notar los detalles requiere de práctica".
Conocimientos para llevar contigo
Efectivamente, toma toda una vida llegar a ser un verdadero maestro pero con algunos conocimientos básicos, asegura el navegador, podrás desde convertir un charco en un sismómetro con el que, a la luz de Júpiter, adivinarás la presencia de un murciélago y hasta descubrir los secretos de una taza de té.
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El agua se mueve de acuerdo a unos patrones, de la misma manera en todo el mundo, dicen los expertos.
Así que le pedimos al navegador natural que nos diera unas rápidas lecciones para aprender a leer el agua.
- El lenguaje de las ondas
Con todo respeto, volvamos a los testículos.
"Es un poco apócrifo, pero ilustra que lo que hacen los marineros es sentir el movimiento del Océano".
"Sabemos que cuando el agua choca con algún obstáculo, se forman ondas. Y si te empiezas a fijar, vas a notar que hay unos patrones específicos. En cualquier lugar del mundo".
"Esa es la base para entender cómo estos asombrosos navegantes son capaces de decirte dónde hay tierra, incluso si no la pueden ver", explica Gooley.
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No es magia, sino una ciencia adquirida a través de la observación y la experiencia.
"La gente piensa que tienen un sexto sentido cuando los ven acostados en una canoa, con sus ojos cerrados y dicen: 'La tierra está en esa dirección a un día de viaje'".
"Lo que están haciendo es sintiendo esos patrones en el ritmo del agua", nos explica Gooley.
¿Cómo?
Fuente de la imagen, Tristan Gooley
Un diagrama para ayudarnos a entender.
Digamos que la parte superior del diagrama es el norte.
De allá vienen las olas, razonablemente ordenadas.
Cuando se topan con una isla forman 5 patrones claros.
El del mar antes de llegar a la isla (primer patrón).
Al toparse con ella, se producen unas ondas circulares que viajan en dirección al norte -lo que nos daría el 2º patrón, cuando se encuentran con las olas que vienen- y hacia el este y oeste, creando un tercer patrón.
Esos círculos no se cierran. A ambos lados al sur de la isla, las olas continúan su camino, sólo que ahora en diagonal (4º), y cuando se inevitablemente se cruzan forman el 5º patrón.
Si estás en el vecindario de esa isla, y conoces y reconoces ese comportamiento, al sentir el oleaje sabrás cuán lejos está y en cuál dirección.
Pero no tenemos que irnos al Pacífico para apreciarlo: esa isla del diagrama puede ser cualquier roca o hasta un loto en un lago.
La idea es observar las ondas en las fuentes o en la tina y empezar a familiarizarnos con ellas.
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En cierto sentido, las ondas en el agua son como una lengua parecida a la que hablamos, es decir...
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...piensa que hay casos en los que intuitivamente ya la entendemos: apenas ves un patrón como éste, de círculos que se van abriendo, tus ojos se dirigen al centro porque sabes que ahí está o estuvo lo que hizo que se formaran.
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Si te gusta nadar, este patrón te será familiar: el que se forma cuando hay gente en una piscina y el agua se mueve entre sus cuatro paredes. Entonces, si encuentras ese mismo patrón en otro contexto, ¿qué te dice?
- El sendero resplandeciente
La segunda lección "es una bella", dice Gooley entusiasmado.
"En inglés se llama 'un sendero resplandeciente' que es cuando el Sol o la Luna, o hasta las estrellas o los faros de luz, cualquier luz fuerte arroja su brillo sobre el agua".
En español tenemos varias maneras -como columnas de luz, caminos o sendas luminosas- para nombrar esta belleza:
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Ese rastro de luz que flota sobre el agua puede revelarnos secretos si le damos la oportunidad.
"La parte práctica es que el volumen de ese sendero te dice cuán grandes son las olas, es decir, cuán agitado está el mar".
"A veces, es divertido: si vas caminando y vez las luces reflejadas en charcos o la Luna en un lago a lo lejos, puedes adivinar qué está pasando".
"En el mar es muy útil: si ves un isla en la distancia y está muy oscuro, probablemente no verás las olas, las características del sendero de luz te indicará si es seguro acercarte o no".
Observándolo sabrás si el mar está picado, si hay obstáculos o un arrecife que pueda ponerte en peligro.
"De eso se trata: de buscar detalles entender qué te dicen. A veces es sólo hermoso, otras, además de ser bello también es útil".
Algunas gotas de interés
Fuente de la imagen, Tristan Gooley
En suelos oscuros y ácidos a menudo las aguas son claras y oligotróficas (con escasa cantidad de sustancias nutritivas y poca producción de fitoplancton).
¿Eres de los que ha percibido y quizás hasta disfrutado el olor de la lluvia tras caer?
Pues ese olor, le cuenta a BBC Mundo Gooley, se llama petricor y se produce cuando las gotas caen en el suelo seco, pues ayudan a que se liberen aceites de las plantas y activan bacterias particulares en la tierra.
"Básicamente, lo que aparentemente es tierra aburrida está repleta de cosas listas a saltar a la vida apenas llueva. En cada ciudad o campo huele un poco distinto".
Y, ¿has notado que cuando estás mirando el mar con el viento a tus espaldas el agua se ve más oscura?
Eso es, explica el navegante, porque el viento aplana las ondas en la superficie, haciendo que refleje menos luz. Por supuesto, si el viento está acariciando tu rostro, el contraste es el contrario.
Fuente de la imagen, Hemera Technologies
En ese océano tan vasto, es aconsejable saber leer la naturaleza para poder regresar a casa.