Lourdes Ruiz, la "reina del albur", el juego de palabras de doble sentido popularísimo en México

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Lourdes Ruiz

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Lourdes Ruiz se ganó el título de "reina del albur" hace 20 años, cuando se impuso en el primer concurso de albures de Ciudad de México.

"¿Qué talla, mamacita, qué talla?", grita Lourdes Ruiz desde su puesto de ropa para bebé en Tepito.

En ese "barrio bravo" de Ciudad de México, llamado así por su peligrosidad y por su espíritu inquebrantable, Ruiz aprendió a dominar un lenguaje que comparten muchos mexicanos: el albur.

"Es parte de nuestra cultura, es parte de nosotros mismos. Es como el picante, que en México se come mucho", dice Ruiz en conversación con BBC Mundo.

Su gran dominio de los albures la llevó hace 20 años a convertirse en la primera campeona de albures de la ciudad, tras vencer a hombres y mujeres en esta competencia de agilidad verbal y mental.

Y es que para encontrar un doble sentido a las palabras requiere de eso, un gran conocimiento del lenguaje y la capacidad para conectar las palabras antes que la víctima de los albures.

Ruiz también es promotora y defensora de un estilo de albur que no tiene que ver con la vulgaridad, una delgada frontera que existe en el lenguaje de doble sentido que muchos practican en México.

"La gente está confundida, piensa que los albures son groserías. Pero yo no necesito decir groserías ni hacer señas obscenas, ni mucho menos", aclara Ruiz.

Es por eso que esta mujer de Tepito ofrece talleres sobre "albur fino" a la que universitarios, obreros, amas de casa y profesionales asisten por igual.

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¿Qué es el albur en México y cómo puedes saber si te están albureando?

Un lenguaje audaz

El poeta Octavio Paz describió en su famoso libro sobre la identidad del mexicano, "El laberinto de la soledad", la conexión con la sexualidad que conlleva el lenguaje del albur.

Explicó así el juego verbal de los albures: "Cada uno de los interlocutores, a través de trampas verbales y de ingeniosas combinaciones lingüísticas, procura anonadar a su adversario; el vencido es el que no puede contestar, el que se traga las palabras de su enemigo".

"Esas palabras están teñidas de alusiones sexualmente agresivas; el perdidoso es poseído, violado, por el otro. Sobre él caen las burlas y escarnios de los espectadores", escribió el premio Nobel de Literatura (1990).

Como cualquier otro lenguaje, el dominio de los albures fue aprendido por Lourdes Ruiz a través de escuchar y practicar, algo que hace desde su infancia.

"De niña yo no sabía alburear. Pero había unos chavos que vendían nieve (helados) afuera de donde yo vivía. Y siempre estaban albureando", relata Ruiz.

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"Dicen que el maestro no puede decir que es maestro si no enseña. Y a mí me agrada enseñar lo que sé", dice Lourdes Ruiz, quien imparte el "Taller de albures finos".

También lo aprendió en casa, como cuando preguntaba a su abuelo, "¿te caliento tu lechita?", a lo que él le respondía "mejor sácame al solecito".

"Cuando empecé a escuchar es que empecé a divertirme de las palabras que todo el mundo decía", dice Ruiz.

Es por eso que en el juego de los albures se requieren al menos dos personas, uno que lo lance y otro que lo reciba y entienda, de lo contrario no funciona.

"Lo que yo aprendí de los albures es que empezaron a hacer funcionar mis dos hemisferios del cerebro. Es estar todo el tiempo pensando antes de hablar, y escuchar lo que la gente te dice", señala.

"La reina del albur"

Ingeniosa y arrojada, Ruiz se presentó en 1997 al Torneo de albures de Ciudad de México, donde se hizo llamar "La verdolaga enmascarada"

En un país en el que las raíces del machismo se están extirpando lentamente, el hecho de que una mujer venciera a los hombres en un juego de dominación como los albures hizo a muchos levantar las cejas.

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Tepito es uno de los barrios con más comercio informal en el centro de Ciudad de México, lleno de bullicio durante el día.

"Es muy sorprendente que eso haya sucedido, ni siquiera yo me lo imaginé. Y es muy impactante para la gente que sea una mujer, precisamente en un país tan machista como en el que vivimos", dice Ruiz.

Tras su triunfo se ganó el título de "la reina del albur" que ostenta orgullosamente.

Por las mañanas ofrece a gritos "un mameluco para su chiquito" en su puesto de ropa de bebé en Tepito, y por las noches es la maestra en el "Diplomado de albures finos" que es impartido gratuitamente en el barrio.

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De los talleres que ha realizado, Ruiz asegura que ha visto que las mujeres son más "pícaras" a la hora de pensar albures.

Lo llama así, de albures "finos", porque Ruiz busca que sus alumnos cambien el vocabulario vulgar de los albures comunes y corrientes por uno bien pensado.

"Un albur fino no cualquiera lo entiende. Ni siquiera se da cuenta la gente cuando estás jugando el doble sentido", explica.

Machismo en el lenguaje

En "El laberinto de la soledad", Octavio Paz hace una conexión entre la sexualidad y la idiosincrasia de muchos mexicanos a exponer su identidad y pensamientos a los demás, lo que llama "abrirse".

Este término, usado en México como sinónimo de cobardía o sumisión, choca contra el pasado y presente del machismo en la cultura, principalmente en los hombres.

El albur se convierte en un arma verbal de alto contenido sexual: "lo importante es 'no abrirse' y, simultáneamente, rajar, herir al contrario", dice Paz.

Para la experta en la lengua española Laura García, el albur que va más allá del "lugar común" de las vulgaridades y lo sexual es digno de admiración.

"Los que sí buscan cómo encontrarle una manera de jugar, me parece que es muy ingenioso, muy inteligente. No cualquiera puede alburear", dice García a BBC Mundo.

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Los albures son usados por muchos mexicanos en cualquier actividad de su vida cotidiana.

Parte del mexicano

En los concursos de albures hay diferentes reglas, pero la idea básica es usar una frase original, con la carga de doble sentido que sea una afrenta para el oponente.

Éste debe responder con otra frase en menos de 5 segundos, una contraofensiva que impida pensar al rival en cómo responderla.

El que se queda sin respuesta habrá sido albureado, una "herida" para su hombría, en términos de Octavio Paz.

"Las mujeres somos más pícaras. La mujer es más ágil, eso es lo que he encontrado", dice Ruiz, lo que contrasta con la idea de que solo son los varones los amos de este juego.

¿Por qué se debe conservar este juego, que puede ser visto como parte de una cultura popular de baja educación?

Ruiz dice que es una parte del ingenio de los mexicanos.

"Así como nos podemos reír de la muerte, nos podemos reír hasta de nuestras propias palabras. Es parte de nuestra cultura, es parte de nosotros mismos. Es como el picante, que en México se come mucho".

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Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad mexicana entre el 7 y el 10 de septiembre. Y entre el 22 y el 24 de septiembre espera el Hay Festival Segovia, España.