Eduardo Sacheri, autor de "El secreto de sus ojos" y ganador del premio Alfaguara: "Los intelectuales o escritores fanáticos de un líder me decepcionan"
- Boris Miranda - @ivanbor
- HayFestivalQuerétaro@BBCMundo

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Eduardo Sacheri ganó el premio Alfaguara de novela este año.
El escritor e historiador argentino Eduardo Sacheri es uno de los autores contemporáneos de novelas policiales con mayor reconocimiento en América Latina.
Hace poco más de una década era más conocido en su país por sus cuentos y relatos, muchos de ellos vinculados con otra de sus pasiones: el fútbol.
El gran salto a los estantes de las librerías de toda Latinoamérica lo daría con su primera novela, "La pregunta de sus ojos", que después se llevaría al cine rebautizada como "El secreto de sus ojos".
La cinta (2009), dirigida por Juan José Campanella, se convertiría en la segunda película argentina en ganar un Oscar.
Este año Sacheri obtuvo un nuevo logro al ser galardonado con el premio Alfaguara de novela por su último título "La noche de la usina".
Sacheri viajó a Querétaro, México, para ser parte del Hay Festival y conversó con BBC Mundo.
Los temas: su trayectoria, los cuentos, la novela, el fútbol y una etiqueta que le incomoda, la salud de la literatura latinoamericana y su crítica a los intelectuales y escritores con posturas acríticas con líderes políticos.
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Comencemos desde el final. Háblanos de "La noche de la usina".
Es una novela policial que va en el mismo sendero que mi novela más conocida que es "El secreto de sus ojos", que dio origen a la película que gano un Oscar en Hollywood.
Sin embargo esta vez el núcleo de la historia es un robo y no un asesinato, como en aquella ocasión. El telón de fondo es la crisis económica argentina de 2001, aquella que fue bautizada como "el corralito", conocida en todo el continente.
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La exitosa cinta "El secreto de sus ojos" se inspiró en una novela de Sacheri.
¿Por qué acudir a un episodio tan fuerte para Argentina como trasfondo de la novela?
En mi caso, el recurso de apelar a un hecho histórico es para generar el contexto. Los verdaderos protagonistas de mi historia son personas comunes y corrientes, de ficción, dispuestas para sufrir, padecer y articular sus vidas con ese trasfondo histórico.
Con este recurso no tomo como protagonistas a los grandes líderes políticos o económicos de ese momento. En este caso, como pasa con la vida de cualquiera de nosotros, los grandes procesos socioeconómicos afectan nuestras vidas pequeñas. Mi foco está puesto en esas vidas pequeñas.
¿Se elige un episodio así para construir una suerte de moraleja?
Yo uso mis libros para formularme preguntas. Es lo que me pasa siempre. Mis ficciones son un modo de interrogarme. A veces sobre mi vida personal y a veces sobre la vida de mi país.
Lo que me interesa es la pregunta más que la respuesta. La ficción que construyo es simplemente un juego a través de esas preguntas. Yo me conformo con que el lector haga sus propias preguntas, no me atrevería a ofrecer respuestas. Me parecería un acto de pedantería de mi parte.
¿Qué te provoca cuando te piden evaluaciones históricas o políticas, como puede ser con el caso del corralito o la coyuntura actual?
Cuando uno es relativamente conocido en su país pasa por esto. Yo trato de responder desde mi propia perplejidad. Yo soy un escritor de ficción y yo creo que mis opiniones y balances políticos no deberían merecer la atención de la prensa. No soy un experto ni un analista.
Creo que un intelectual o escritor no tiene que responder de todo. Pero sucede que se hacen interpelaciones sobre un sinnúmero de temas. En definitiva tenemos opiniones tan subjetivas, incompletas y provisorias como cualquier otra persona. Creo que es bueno reconocer eso.
Si uno no tiene nada demasiado fundado para decir, uno puede responder no sé o no estoy seguro. Creo que eso está bien.
Sin embargo, hay autores que sí lo hacen con frecuencia...
Yo los respeto, aunque te confieso que en los últimos años en mi país (Argentina) aparecieron opiniones muy fanáticas. Cuando digo 'fanáticas' me hago cargo del término como un embanderamiento apasionado al que le falta mucho sentido crítico. Ese sí me parece un pecado que el intelectual debería evitar.
Creo que el apasionamiento de un intelectual o escritor demostrado a un líder es una actitud endeble y pobre. Pero bueno, cada cual es libre de elegir lo que quiere. A mí me decepciona.
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El corralito de 2001 derivó en una crisis política que causó la renuncia de Fernando de la Rúa a la presidencia de Argentina.
Una característica que señalan en los narradores de los últimos 10, 15 o 20 años es que están más libres de ataduras históricas a episodios sucedidos en Latinoamérica entre los 60 y 80.
Yo tengo 48 años. Creativamente me siento más vinculado con estas nuevas generaciones que con las anteriores. No me siento obligado a sostener en mi obra a mis ideas políticas o a algún dogma. Creo que eso me distingue bastante de la generación que nos precedió. Esa generación que sí consideraba que la toma de partido política e ideológica era casi imprescindible.
En aquellos años 70 que dieron tanta tela para cortar yo era un chico. No fui partícipe activo ni una de las generaciones que tuvo un rol en esos años. Como yo era un niño, no me siento comprometido por mis actos e ideas de entonces.
¿Cómo fue pasar del cuento, al que eras más afín, a ser un novelista?
Para mí fueron como dos etapas. Yo lo atribuyo, en parte, a mi carencia de formación académica en el mundo literario. Esto es algo relativo también, porque yo soy licenciado en Historia y no sé si alguna otra carrera universitaria habría sido capaz de prepararme para la escritura de ficción. Sin embargo no puedo evitar sentir que mi experiencia en la escritura ha sido muy exploratoria, muy amateur en un punto.
Te diría que es una cuestión de seguridades. Cuando empecé a escribir me sentía más seguro en los términos más acotados del cuento. Recién luego de tres libros de cuentos comencé a sentirme lo suficientemente sólido como para lanzarme a una historia de más largo aliento.
No digo que la novela sea más difícil que el cuento, son complejidades distintas. Sí creo que es diferente la experiencia de cada escritura en el sentido de que un autor escribe un cuento en unos días. Bien, mal, regular, pero son unos días. Y después uno saca una conclusión, un balance de lo que ha hecho. Mientras que en una novela uno está nadando en un mar sin referencias durante meses o años.
Yo necesité una mayor templanza y una mayor paciencia para, en una segunda etapa, atreverme al formato de la novela.
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El momento en el que parte del elenco y el director de "El secreto de sus ojos" recibe la estatuilla del Oscar.
¿Cómo llevas el reconocimiento que llegó con "El secreto de sus ojos"?
La verdad lo vivo como algo positivo y con alegría, no como una presión. Sin duda, el éxito de "El secreto de sus ojos" implicó una serie de modificaciones en mi vida a nivel de exposición y sobre la cantidad de miradas que podía despertar mi trabajo. Sin embargo, creo que mantengo el foco en para qué escribo. Sigue siendo claro para mí que escribo para sentirme mejor y para reconciliarme.
Eso era así cuando escribía y no me conocían ni nadie me publicaba y se mantuvo después del Oscar y hasta ahora. No hay motivo para pensar que eso sea diferente en adelante.
Muchos te conocieron por tus relatos sobre el fútbol, que esta vez quedó fuera de "La noche de la usina".
No hay fútbol, es cierto. Existe un personaje que es un exjugador que viene de otra novela ("Aráoz y la verdad"), en la que sí era importante que sea un exfutbolista. En esta novela no.
El tema del fútbol es una etiqueta compleja para mí, como toda etiqueta. A mí me sirvió en la época en la que me iniciaba con los cuentos. El fútbol fue un elemento generador de muchas historias que fue de gran ayuda. Ahora, en parte, se ha vuelto una carga que identifiquen mi literatura con el fútbol. Todas las etiquetas me incomodan un poco y esta no es la excepción. Por eso mis últimas dos novelas no tienen nada de fútbol y la próxima, que no empecé a escribir, casi con seguridad no tendrá nada que ver con el fútbol.
No me molesta hablar de fútbol, pero quiero evitar etiquetas un poco fáciles. A veces me resulta un poco empobrecedor cuando solo se ve esa dimensión.
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Entre futboleros. Sacheri (derecha) en una charla junto al director técnico de la selección de Uruguay Óscar Tabárez.
¿Cómo ves el panorama para el policial en Latinoamérica?
Creo que sucede algo con el policial en Latinoamérica que tiene que ver con nuestras sociedades. Me refiero al lugar muy equívoco que tiene la ley en nuestros países. En otras culturas, donde el lugar de la ley es más claro, los personajes se ordenan más fácilmente de un lado u otro de la ley. Eso genera policiales más "limpios".
Creo que no hay modo de hacer un policial excesivamente clásico desde nuestras sociedades por esa opacidad del concepto de la ley. No hablo sólo de los sistemas judiciales y penales, sino de la relación subjetiva que tenemos en América Latina cada uno de nosotros con la ley.
¿Esta Latinoamérica convertida en escenario de violencia está generando nuevas narrativas?
En algunos países, en Colombia y en México sobre todo, se nota la aparición de estas narrativas como la narconovela. Sí me parece que uno de los mejores signos de salud de la literatura latinoamericana es lo rápido que procesa lo que está sucediendo. Creo que en otras esferas del quehacer intelectual latinoamericano demoran más en hacerse cargo de lo que está pasando.
Yo creo que muy rápidamente la literatura latinoamericana será capaz de afrontar estas nuevas realidades. No para solucionar nada, porque no es una función de la literatura, pero sí para que nuestra atención se dirija a eso y que pueda, como dije al principio, abrir preguntas.
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Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 1 y el 4 de septiembre de 2016.