"Los vamos a seguir buscando con vida": los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa a dos años de la desaparición
- Juan Paullier
- BBC Mundo, Ayotzinapa

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La desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa ha marcado uno de los momentos de crisis del gobierno de México.
Margarito Guerrero baja las escaleras a paso lento. En una mano lleva un cartel con una foto y el nombre de su hijo y en la otra una planta para acercarse al lugar de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa donde esperan vacíos 43 pupitres naranjas.
Llega al de Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los 43 estudiantes que este 26 de septiembre cumple dos años desaparecido, y se agacha con esfuerzo para dejar la planta.
"Para que vean que no está olvidado, esta plantita es que tenemos esperanza, el verde se dice que es esperanza, por eso le traemos la planta, no nos queda más pues", le dice Guerrero, de 65 años, a BBC Mundo.
Los padres de los estudiantes todavía creen que sus hijos están con vida, rechazan la versión del gobierno de que fueron incinerados y les exigen a las autoridades que entreguen a los jóvenes.
El caso que ha marcado la presidencia de Enrique Peña Nieto simboliza la descomposición de un Estado que pierde la batalla contra la impunidad y evidencia los vínculos entre autoridades y el crimen organizado.
Y el manejo del gobierno no ha hecho más que indignar a los padres y evitar que confíen en siquiera algo de lo que les dicen.
Varios de ellos se reunieron a puerta cerrada el miércoles previo al aniversario en la escuela con Jan Jarab, representante en México de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien declaró que "el caso no está totalmente esclarecido".

Con 43 pupitres vacíos, en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa recuerdan a los estudiantes desaparecidos.
Para el gobierno los jóvenes desaparecidos en la ciudad de Iguala, en el estado de Guerrero, fueron entregados por policías al cartel Guerreros Unidos, que los asesinó e incineró al pensar que pertenecían a un grupo rival.
Eso, que la fiscalía llamó la "verdad histórica", es una versión puesta en duda desde un principio, que se ha ido tambaleando más y más conforme expertos independientes iban desechando elementos centrales de un guión oficial repleto de irregularidades, al punto que el jefe de la investigación está siendo indagado por una controvertida visita, que no consta en el expediente, al lugar donde supuestamente se encontraron restos de los estudiantes.
"Esto tiene que tener una respuesta"
"Creo que están con vida, hasta que nos demuestren que sí están muertos nosotros los vamos a seguir buscando con vida", afirma Guerrero.
"Eso es lo que no quieren, por eso corrieron (expulsaron) a los expertos (de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos), porque se estaban acercando a la verdad y eso al gobierno no le gustó, esto tiene que tener una respuesta sea la que sea. Ni modo que quede así no más, no puede ser", agrega.
Esa verdad, cree Guerrero y otros padres, es que los jóvenes están con vida.

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Organismos internacionales como la oficina del Alto Comisionado de ONU para los Derechos Humanos han demandado que se aclare el caso de Ayotzinapa.
"Jorge puede estar en alguna cárcel clandestina, trabajando en la sierra con los narcos, tal vez", comenta Epifanio Álvarez.
"Tal vez en alguna mina, no sabemos, el gobierno es tan corrupto, que por ahí los puede tener trabajando", apunta su mujer, Blanca Luz Nava Vélez.
Los padres de Jorge Álvarez Nava hablan de sus hijos en plural para referirse a los 43, porque aprendieron a quererlos a todos y dicen que luchan por cada uno de ellos.
Pero cada mañana al levantarse en su vivienda en el pequeño poblado de La Palma, a una hora y media de la escuela, recuerdan a Jorge. Piensan en dónde estará, si comerá, si tendrá frío, qué le estarán haciendo: "todo eso es un tormento psicológico para nosotros, es una tortura moral, un maltrato".

Los padres de Jorge Álvarez Nava creen que los jóvenes pueden estar en una cárcel clandestina o trabajando en la sierra con los narcos.
"Es algo que no se supera y nunca se va a superar hasta que uno encuentre a su hijo, porque es algo que tiene uno en el corazón, es algo que nos está consumiendo poco a poco", señala la madre.
Los padres de Ayotzinapa están cansados y decepcionados, hartos de no saber qué ocurrió con sus hijos y enojados con el gobierno, pero siguen -y seguirán- movilizándose hasta tener una respuesta.

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El día 26 de cada mes los padres de los normalistas de Ayotzinapa se manifiestan en demanda de que las autoridades esclarezcan el paradero de los jóvenes desaparecidos.
La semana pasada en la escuela, donde estudian quienes se van a desempeñar como maestros rurales, gritaron a coro frente al representante de la ONU el que se ha convertido en su lema: "¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!".
Jarab aseguró que México, donde en la última década ha habido más de 28.000 desaparecidos, debe "superar este clima de impunidad" y el mismo día la directora para las Américas de Amnistía Internacional, Erika Guevara-Rosas, no escatimó en críticas al gobierno mexicano.
"La tragedia de Ayotzinapa ha expuesto cómo la Administración del presidente Peña Nieto no se detendrá ante nada para encubrir las violaciones a los derechos humanos que ocurren en México", señaló.
Para el presidente no ha habido una investigación judicial a la que se le hayan dedicado "tantos esfuerzos, tantos recursos humanos y recursos materiales" y rechazó días antes del segundo aniversario que los hechos de Ayotzinapa hayan sido un crimen de Estado.
Para los padres la historia es otra. Con un hilo de voz, a los 57 años, Joaquina García Velásquez cuenta que el dolor por la desaparición de su hijo Martín Getzemaní Sánchez no es comparable a nada y lo único que pide es que se haga justicia.
"Me siento decepcionada porque el gobierno está para ayudarnos y para apoyarnos. Pienso que es su deber apoyar a la gente, pero desgraciadamente no es así", le dice a BBC Mundo.
"Nosotros no queremos que nuestro caso se quede en la impunidad como muchos otros", añade.

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Las autoridades solo han podido confirmar con pruebas de ADN que uno de los 43 estudiantes murió. Del resto no tienen evidencias fehacientes.
Lenta e implacable
Es lo mismo que pide Guerrero, un campesino de Omeapa, próximo a la escuela.
Quiere respuestas, la verdad y castigo a los responsables. Mientras ello no llega, no sólo cuestiona al gobierno sino que se enfada con Dios: "la desaparición a veces me hizo dudar de Dios, le pedía que cuide a mis hijos, que no les pase nada y eso fue en vano".
Todos los días se despierta pensando que su hijo no está muerto, aunque el gobierno ya le dijo un año atrás que habían encontrado sus restos, algo que luego fue desmentido por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Hasta que los peritos argentinos no encuentren pruebas de su muerte, va a seguir esperándolo porque al gobierno ya no le cree nada.
Así que, para él, su hijo vive. Así lo siente cuando se va a caminar solo por los cerros, a decirle a Jhosivani: "Hijo, si estás vivo... una señal siquiera" y luego sentir que sí, "que está vivo, que está vivo".

Margarito Guerrero muestra un cartel con el rostro de Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los 43 estudiantes desaparecidos.
Guerrero termina de hablar, observa la planta que minutos antes apoyó en el piso y se queda con la mirada a la tortuga de juguete que descansa sobre el pupitre.
La tortuga es el símbolo de la escuela y Ayotzinapa en lengua náhuatl significa "el lugar de las tortugas".
En una pared a pocos metros alguien pintó una tortuga verde y en letras rojas escribió: "Soy lenta, pero implacable. Atentamente: la justicia".